Paul era un viajero. Llegó incluso a trabajar en Nueva York. El problema es que poco tiempo después de comenzar ahí, la empresa tuvo que despedirlo. Sin embargo, no todos los despidos son una mala noticia; si ya estaba tan lejos, había que sacar provecho. Durante seis semanas cruzó toda la costa este de Estados Unidos, desde Nueva York hasta Florida. Y si de norte a sur había sido apasionante, de este a oeste debía serlo tanto o más. El viaje continuó desde Florida hasta California, incluso haciendo una escala de un día en alguna ciudad fronteriza de México.
Hoy Paul, quizás llegando a los 70, vive en Sheffield con su esposa. Con el dinero que ganó trabajando para otros, hace tiempo que decidió independizarse; consejo que da a todos. "La mejor decisión de mi vida", me dijo. El día de hoy, ya jubilado, ejerce como plomero "aún con licencia vigente".
Toda esta historia me la contó Paul en 10 minutos. Dado que era media tarde, me pidió una taza de té. "¿De qué tipo?", le pregunté -- "Verde, revitalizante, inglés". Y la respuesta fue tajante: "té común". Dado que nunca había preparado un té inglés para un inglés, tuve que preguntarle cómo debía hacerlo para no ofender su paladar. Con singular detalle, me describió el siguiente proceso mientras yo lo seguía al pié de la letra:
- Calienta un poco de agua hasta que hierva;
- Coloca el sobre en el fondo de la taza;
- Vierte el agua en la taza, pero sin llenarla del todo;
- Espera unos 4 minutos (de esa manera se concentrará los suficiente), y retira el sobre;
- finalmente, agrega un poco de leche.
Quizás sea ésta la experiencia más británica que he tenido y tenga por un buen tiempo.
Para mi alegría, Paul está pensando ya en su siguiente viaje. Me lo anunció diciendo "tengo que aprovechar, ahora que aún estoy en edad de hacerlo. El problema es que esta vez tendré que llevar a mi esposa, con lo que puede que sea un poco más complicado".
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